miércoles, febrero 28, 2007

Miedos

Cuando era chica y estudiaba en un colegio de monjas de puras niñas, en los recreos jugábamos al caballito de bronce o a la ouija. Yo me sumaba a los dos, pero a la vez, odiaba los dos. El caballo de bronce lo odiaba porque como yo no era ágil, siempre tenía que hacer de soporte y los saltos resentían mi espalda. La ouija la odiaba porque en las noches no podía dormir acordándome de que habíamos llamado a la Quintrala y no sé quién más y las letras habían dicho cosas, ya no recuerdo qué, pero me acuerdo patente del visor moviéndose en frente nuestro.

Ahora pienso en eso y me da risa. Llevábamos lana roja, un par de tijeras, sacábamos la Biblia que estaba en la sala y empezábamos con el ritual. Una niña siempre se ponía en la puerta para avisar si venía algún profesor o una monja y alcanzar a esconder todo. Yo nunca dirigía nada, una porque no sabía y otra porque me daba miedo, pero tenía una compañera que era seca. Sabía leer las cartas y contar historias de duendes y brujas con tanta persuasión que yo la evitaba si podía.

Y claro, me hacía la valiente, pero en la noche sufría. Me desvelaba, me ponía paranoica y cualquier gato que caminara en el techo era Chucky que venía a matarme. Lo peor es que eso me duró hasta grande. Una vez estábamos con mis compañeras en Campus Oriente, y como había faltado un profesor a la clase, nos fuimos al patio de atrás a contar historias de terror. Mala idea. Tampoco pude dormir con esa historia del niño que le deja a su hermana de broma el brazo de un muerto en el dormitorio y otras más.

Lo bueno es que ya lo superé! El otro día me di cuenta de que ahora a lo único que le tengo miedo es a las arañas de rincón y los ratones. Y a un incendio cerca de mi casa. A nada más.

miércoles, febrero 21, 2007

De la Coca Cola y otros avatares...

Probé al fin la Coca Cola Zero. Como nunca me ha gustado la Coca Light, sólo tomaba la normal de vez en cuando, con cargo de conciencia porque da caries, descalcifica los dientes y tiene mucha azúcar inútil. No sé cómo le hicieron, y no sé qué ingredientes hay detrás de lo que estoy tomando, pero la Zero es rica y tiene el mismo sabor de la original. Y no, no soy socia ni tengo familiares que trabajen en The Coca Cola Company, sólo estoy recomendando algo que me gustó.
Otra cosa que me ha gustado mucho últimamente son las aguas de limón de Cachantún y Next. Mi hermana las odia y cada vez que me ve dice que estoy tomando agua con sabor a vómito. Mejor, así no le tengo que convidar. La que no tomo es la Dasani. No sé si será verdad, pero mi jefa nos mandó un mail que decía que el agua Dasani estaba prohibida en los países de la Unión Europea por mala, y que todos los saldos los enviaron a Sudamérica.
Otro mail que nos envió dice que en los locales de la Piccola Italia lavan los fideos que sobran de los platos y los vuelven a servir, y que en el Cine Hoyts revenden el pop corn añejo. Mi hermana –la misma a la que no le gustan las aguas-, trabajó el año pasado en el Hoyts San Agustín de niña boletera y dice que eso último es falso, y le creo si ella estuvo ahí un verano completo, pero lo otro no lo sé, porque también lo había escuchado antes.... hace mucho que no entro a un Piccola Italia en todo caso.

sábado, febrero 17, 2007

Transantiago y el ganado

No había escrito nada del Transantiago porque tengo sentimientos encontrados. Por un lado lo encuentro un caos y no le veo sentido, pero por otro, pienso que es típico de las personas alegar y rechazar lo nuevo por razones de temor o comodidad, porque "más vale diablo conocido que diablo por conocer". Con todos los cambios ha pasado eso: rechazo al principio y aceptación después, cuando se ve que en realidad las cosas no son tan malas como parecían. Así que no comentaré nada aún.
Lo que sí me molesta es la pasividad. Todos esperando micro con cara de sometidos, todos amontonados o haciendo fila como dice el guía porque hay que hacerlo, nadie cuestiona nada.

En el metro la cosa es más evidente. Yo me bajo en Tobalaba todas las mañanas, y allí están todos esos guardias de camisa amarilla con letreros de "siga" o "espere", moviendo las manos para que la gente vaya donde ellos quieren. Y funciona. Eso es lo mismo que hacían Pedro y Heidi con Blanquita, Copo de Nieve y las demas cabras en las montañas de Los Alpes: arrear al ganado, conducir a la masa para que todos sigan a todos. Eso es lo que no me gusta.

miércoles, febrero 14, 2007

True colors

Desde chica, el color que menos me gusta es el amarillo. No tengo nada para vestirme que sea amarillo, y sólo lo aguanto cuando está acompañado de otros colores. Será porque no me gusta tanto el sol. Tengo un espejo de mano amarillo eso sí, y un destacador. Creo que es lo único.
Los que sí me gustan mucho son el rojo y el verde. Juntos, como en las frutillas recién lavadas, o en flores rojas de tallo verde, me dejan pegada mirando.
Todo esto de los colores a propósito de que a una amiga no le gustó que su novio se vistiera con una polera rosado claro, y lo molestó todo el rato. Me acuerdo que en un capítulo de Los Simpson pasó lo mismo cuando Homero fue a trabajar con un camisa rosada y todo el mundo lo subió en el columpio.
Pero qué tanto vestirse de uno u otro color. No se trata de ponerse extremo como Agatha Ruiz de la Prada, pero uno debería vestirse según el estado de ánimo, y no siempre de colores fomes. El trabajo es el trabajo, pero bueno, para lo otro están el fin de semana y los días libres. ¿O no?

jueves, febrero 08, 2007

Me da lata...

-Que mis contactos favoritos no estén en Messenger por vacaciones
-Levantarme temprano y sentirme cansada
-Que el agua de la llave salga tibia
-Subirme al metro y que esté lleno
-Que se suba un tipo a cantar rancheras a la micro al lado de mi oreja
-Que me salgan granitos en la cara
-El olor a incienso
-Que el pan y las galletas con chocolate engorden
Hoy es un día de mucha lata. ¿Soy la única?

martes, febrero 06, 2007

Santiago no está vacío en febrero

Ayer traté de ir al cine con dos amigas a ver “Alatriste” y nos quedamos sin entradas. Se agotaron en pleno febrero. Y éramos como treinta los que quedamos con cuello, haciendo la fila en vano. Le dije al encargado que me daba lo mismo sentarme en el suelo y se corrió con un “No señorita, no la puedo dejar hacer eso”.

Y me he estado portando tan bien últimamente... El Consejo Anti Piratería debería tomarme como modelo, porque no he comprado películas pirateadas y sólo estoy yendo al cine, pagando mi entrada como buena ciudadana y muchas más veces que el promedio, porque voy harto.

Nuevamente haré un resumen breve de las películas que he visto, a ver si alguien coincide y se puede comentar algo.

Diamantes de Sangre: Un diamante rosado del porte de una nuez y africanos que pelean y matan a quien se les ponga por delante sólo por codicia y ambición, todo para vender los diamantes ilegalmente. Es el típico país rico en recursos naturales con habitantes empobrecidos porque todo lo que tienen es robado y vendido afuera. Hay un negro y un blanco protagonistas, y ambos se hacen amigos porque necesitan la ayuda que sólo el otro le puede dar. Yo creo que el sonido de las metralletas se escucha en más de la mitad de la película y hay mucha sangre y violencia. Por algo se llama Diamantes de Sangre. Es buena, es entretenida, pero no es perdurable.

Hollywoodland:
Las muertes dudosas siempre llaman mi atención, y en esta película se cuenta la historia de George Reeves, el actor que encarnó a Superman para la serie de TV de los años cincuenta. La historia oficial dice que este tipo se suicidó por problemas con el trago y porque no podía dejar atrás su papel del superhéroe y dar un giro a su carrera. Se sentía encasillado y frustrado y por eso se pegó un tiro en su dormitorio dejando a media población infantil desolada. Pero eso nunca estuvo tan claro, y en la película se muestran las otras hipótesis: que haya sido asesinado por un matón contratado por su amante despechada, o que lo haya matado su novia actual en un ataque de histeria. La película se centra en el detective (Adrien Brody) que investiga lo que pasó a pocos días de la muerte, pero se ve a Superman (Ben Affleck) todo el tiempo a través de flashbacks. Hay una escena muy buena en que muestran cómo se grababan antes las escenas de vuelo de Superman, eran unos hilos potentes y un ventilador gigante, bien artesanal pero efectivo. De esa serie salió la frase “¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es Superman!”. Me cae bien Superman.

Children of Men: Es un tema futurista, pero completamente creíble. Es el año 2027 en Londres y todo está lleno de atentados, persecuciones a los inmigrantes y un clima de pesimismo que ronda a todos los habitantes porque hace mucho tiempo que dejaron de nacer niños en el mundo y la persona más joven, que tiene 18 años, acaba de morir. Acá surge Clive Owen, el héroe más desvalido que he visto, que tiene que ayudar a huir a una inmigrante que, oh milagro, está embarazada sin que nadie sepa cómo. Digo que es desvalido porque nada le funciona bien, cuando escapa en un auto el motor no funciona y tiene que salir a empujarlo mientras lo persiguen las balas. Además esa misma huida fue tan rápida que no alcanzó a vestirse ni ponerse zapatos, así que se consigue unas hawaianas (sí, hawaianas iguales a las de Condorito), que se le se pasan saliendo y dándole problemas mientras corre por su vida. Linda y recomendable.

El Perfume: Dicen que casi todo el mundo ha leído este libro, “El Perfume” de Patrick Suskind. Cuando yo lo leí por primera vez me gustó mucho, tanto que he reincidido dos o tres veces más. Se trata de un tipo que desde que nace es considerado raro. Y su rareza es tener un olfato ultra desarrollado, que puede catalogar a las personas y a las cosas según su aroma sin importarle ninguna emoción. Apenas habla y apenas se relaciona, pero lo huele todo. La tesis es que no es la belleza lo que nos atrae de ciertas personas, sino el olor que sentimos inconscientemente. Este tipo se obsesiona con las mujeres pelirrojas y las asesina para capturar su aroma. No sólo las mata: las rapa, les pone una grasa en la piel y después atrapa la esencia en botellitas que colecciona. Es un asesino en serie malo como nadie, y la película es muy fiel al libro. Lo malo es que esta fue una de las últimas películas que alcancé a ver pirateada, así que no sé cuándo la estrenan.


Closer: La estrenaron como hace dos años, pero a mí se me pasó. Y no entiendo cómo la dejé pasar si tiene diálogos que son tan ciertos, como ese de que el amor no basta... Estos otros los saqué de Imdb.com

Dan: I fell in love.
Alice: Oh, as if you had no choice? There's a moment, there's always a moment,"I can do this, I can give into this, or I can resist it", and I don't know when your moment was, but I bet you there was one.
--
Dan: I hate that I'm hurting you.
Alice: Then why are you?
--

Y como ayer no pudimos ver nada, nos fuimos a tomar once. Pan de molde con huevos revueltos y té de mango. Estuvimos como dos horas hablando, lo mismo que hubiera durado la película, pero fue mucho mejor.

viernes, febrero 02, 2007

Los tiempos antiguos y los tiempos modernos

Me ha dado últimamente con la literatura de reyes y reinos antiguos. Ahora estoy leyendo tres libros a la vez, “Los Borgia” de Mario Puzo durante los trayectos en micro y metro, la saga de “Los Reyes Malditos” en las horas muertas de la pega durante el verano (porque los bajé de internet y sólo los tengo en PDF) y “La otra chica Bolena” por las noches, un poco antes de dormir. Todos me han gustado, y todos tienen en común cosas que ahora sorprenden y son tan anacrónicas... Por ejemplo:

-Los matrimonios. Todo el mundo sabe que antes se hacían por conveniencia, pero no conocer a tu pareja, no haberla visto nunca antes, es como mucho. Con suerte le pintaban un retrato al prometido o prometida, que demoraba meses en llegar a destino, cuando ya estaba todo concertado y sólo faltaba la ceremonia. A María Antonieta le tocó casarse con un príncipe de 16 años (ella tenía 14), impotente y casi mudo. A otro príncipe le tocó una reina coja, otros reyes eran maridos de sus primas hermanas y así... Tampoco había posibilidad de elección, porque si no te casabas con Fulana de Francia o Mengana de Bélgica, tu país podía entrar en guerra con ese otro país y el único culpable serías tú por no haber querido desposarte.

-Los Papas corruptos. Nada de Juan Pablo II o Benedicto XVI, que se consagraron a la religión y, caigan bien o caigan mal, uno entiende que están dedicados exclusivamente a lo que hacen. El Papa Alejandro VI, padre de los hermanos Borgia, no estaba casado, pero tenía cuatro hijos y varias amantes siendo Pontífice. A la madre de sus retoños le dio un palacio y varias tierras con el alto auspicio de las platas del Vaticano. A su hijo de 17 años lo hizo cardenal sin siquiera preguntarle si tenía vocación, porque los segundos hijos de cada familia tenían que dedicarse a la labor espiritual y si no te gustó, mala suerte. Y todos aceptaban eso como si fuera lo más natural del mundo. Se dictaban bulas, se aceptaban divorcios y se canonizaban santos sólo por los pagos recibidos.

-Los envenenamientos y matanzas. Ahora envenenan a un ex espía ruso y su foto y su testimonio dan la vuelta al mundo. Antes media población moría asesinada con arsénico, mercurio y otras cosas más que se mezclaban con la comida. ¿Ese príncipe no me gusta porque cuando sea rey no me va a dar los terrenos que quiero? Veneno. ¿Esa princesa viva es un impedimento para cobrar una herencia? Veneno. Por eso había reyes que hacían probar todos los platos a siete personas antes que ellos, y si se morían los empleados, claramente no comían nada y mandaban matar a todos los funcionarios de la cocina real.

-Las muertes. Relacionado con el punto anterior, pero también había muchas muertes que no eran provocadas. En una familia normal de la época nacía un hijo por año (pobres mujeres que pasaban la vida embarazadas) y de los 10 niños que nacían, con suerte vivían dos o tres, los demás o nacían muertos o fallecían siendo guaguas. Yo creo que era porque no existían vacunas, había muchas epidemias de peste y la gente no tenía mucho sentido de la higiene ni las bacterias. Los viejos tampoco vivían mucho, a los 40 años una persona ya podía sentir que su vida se estaba acabando. Cómo cambian las cosas.

Pero lejos, lo que más me ha llamado la atención eran las matanzas públicas, esas que hacían en las plazas y siempre estaban llenas de espectadores. Hombres, mujeres y niños que no sentían ningún asco viendo a personas guillotinadas, desmembradas o quemadas vivas. Yo no me lo podía explicar, cómo iban por gusto a ver esas cosas, hasta que Maurice Druon, el autor de Los Reyes Malditos, me dio la respuesta dentro de uno de sus libros: la gente de aquel entonces estaba tan familiarizada con la muerte de los hijos, padres, etc, que eso ya no le sorprendía, las muertes naturales las aceptaban como parte del juego y las lloraban lo justo y necesario, pero seguían adelante muy pronto. Lo único que los sacaba del letargo era una muerte fuera de lo común, una sufrida y prolongada, con agonía y culpa de por medio. Por eso iban felices a ver las ejecuciones públicas como las de Felipe y Gualterio de Aunay, acusados de haber cometido adulterio con dos princesas de Francia. Cito el párrafo:

“Al verlos desnudos, entre las manos de los verdugos, la multitud presa de histerismo, prorrumpió en alaridos.
Las mazas se abatieron, se oyeron crujir los huesos, y el cielo se apagó para los hermanos de Aunay. Primero rompieron sus piernas y muslos, después los verdugos hicieron dar media vuelta a las ruedas y las mazas cayeron sobre el antebrazo y brazo de los condenados. Los golpes repercutían en los radios y los cubos; las maderas crujían tanto como los huesos.
Después los verdugos, aplicando las torturas según el orden prescrito (“...enrodados, despellejados vivos, castrados, decapitados...”), empuñaron los instrumentos férreos de múltiples garfios y arrancaron a grandes jirones la piel de los dos cuerpos.
Salpicaba la sangre y chorreaba sobre la plataforma y uno de los verdugos tuvo que secarse los ojos. Este suplicio probaba abundantemente que el color rojo, reglamentario para los verdugos, era completamente necesario.


¿No les parece que es demasiado? ¿A alguien le quedan ganas de haber vivido en esa época?