jueves, febrero 28, 2008

El desafío de la semana

Antes de empezar a hablar de cualquier cabeza de pescado como he hecho últimamente (no, nunca tanto, si igual todo esto tiene una razón de fondo), quería comentar que se dio inicio a la historia que tengo en el otro blog por si a alguien le interesa.

Y partimos.

“Highlander”, “Rocky”, “Rambo”, “Los Magníficos”. Estas eran las cosas que yo siempre quería ver cuando era niña, pero como sólo había permiso para “Candy” y “Heidi”, que igual me gustaban pero no me mataban, fue inevitable quedar con la idea de que cuando creciera iba a cobrar mi revancha.
Me agradan esas cosas preferentemente masculinas por razones que los psicólogos y estudiosos quizás logran identificar, quizás no. Mi teoría es que cada protagonista puede usar su fuerza y sus habilidades cuando lo considera necesario y creo que me gustaría poder hacer eso, pero como mi lado físico-fortachón deja mucho que desear, me entretiene mirarlo.
Porque tampoco vamos a decir que Sylvester Stallone o Mr. T ganan el premio a los guapos del año, todo lo contrario, pero aún así me caen muy bien.

Tengo la idea de que si manejara una pistola... tarde o temprano terminaría usándola para defender lo que yo creo justo. Lo único que sé es que si alguna vez veo a una tropa de pergenios maltratando a un perro o a un gato no me va a importar nada que los niños sean el futuro de la humanidad.
(No, tampoco les voy a disparar, quién quiere ir a la cárcel... pero sí es seguro que los voy a retar)

El cine
La película de esta semana es “There will be blood” (Petróleo sangriento). 156 minutos para contar la historia de un hombre de esfuerzo y ambición que va formando su vida en torno al oro negro.
Me distrajo la banda sonora por lo fuerte que sonaba y aunque la película no pasa a mi lista de favoritas, hubo varias escenas que me gustaron, sobre todo esas que mezclan risa, vergüenza ajena, satisfacción y estupor a la vez. La del bautizo del protagonista por ejemplo.
Ah, Daniel Day Lewis se ganó el Óscar por esta película. No sé si eso sea buen referente porque en mi caso, hay montón de películas que me gustan y que ni siquiera han sido nominadas y viceversa, pero bueno, es el dato freak.

Y ya que estamos en el ítem “cine”, ayer leyendo en el diario “La Segunda” las críticas de lo que estrenan esta semana (entretenido leer a los críticos para reírse después)... me topé con una clasificación bastante atípica, por decirlo así.
A ver, uno sabe que los títulos los califican con una cantidad de estrellas que van del 1 al 5 según sea “muy mala” o “imperdible”. Pero acá uno aparece además una estrella encerrada en un círculo y como no sabía lo que era, cuando fui a verlo me encontré con que significa “para cinéfilos”... y me cargó eso... ¿o sea que la gente común no puede verla porque su limitado cerebro no la va a entender? Lo peor es que así salen calificadas “No country for old men” o “Sweeney Todd”.
Así que ya sabe, si usted no es cinéfilo, no las vea.
Ja-ja-ja. Tratar a la gente de tonta gratuitamente me molesta mucho. Aunque de que los hay, los hay, pero ese es otro cuento.

Ya. Dejo eso atrás mejor. La idea loca de esta semana es una página web que encontré por ahí (http://www.comoacaba.com/) que cuenta los finales de las películas. No es nada elaborado y esa es su mayor gracia. De hecho es tan absurda que llega a dar risa... por ejemplo, transcribo los finales de estas tres películas sin temor de sorprender a nadie, porque a estas alturas quién no las ha visto:

-Final de “Titanic”: Él se ahoga
-Final de “Liberen a Willy”: La liberan
-Final de “Pesadilla en Elm Street”: Cuando todo parecía un sueño, aparece la mano de Freddy.
Igual puede ser útil para los desmemoriados.

La comida
Me comí un lomito italiano el fin de semana en esas “picadas” donde los precios bajos son inversamente proporcionales a lo contundente del plato. Ni siquiera pude acabar el plato y eso que el hambre abundaba.
La gracia es que hace tiempo quería sentarme en la barra de un local improvisado en plena esquina de una calle, pero sola no tiene gracia, además que no falta el simpático que te empieza a molestar. Acompañada es distinto, harto mejor.

Todo esto fue en el Persa Bío Bío, lugar donde ni el bloqueador solar logra capear los rayos UVA/UVB. Todavía tengo la nariz levemente roja, pero todo lo que caminé, miré y conversé no me lo quita nadie.

Quedé tan cansada que hubo que parar en una plaza para echarse un rato admirar la naturaleza. Hasta me saqué los zapatos y miré al cielo sin importar que las hormigas caminaran por el brazo o que la lengua quedara de los colores del helado Centella de Savory comprado en el negocio de enfrente (y no, no me volví hippie ni fanática de la onda natural, jamás podría, pero un rato así no le hace mal a nadie).

Es que esas cosas pueden ser liberadoras, pero nunca tanto como darse cuenta de lo errada que pudo estar una antes en la toma de ciertas decisiones o en definir ciertas cosas como categóricas cuando en realidad no lo fueron. El sacudón molesta un poco y hace que una vaya corriendo a aislarse para no hablar, pero la claridad que viene después se valora tanto.

Así no más es. Después se dicen las verdades y una se siente tan bien, como haber usado Sapolio, Quix, Omo y Drive, todo a la vez. Sobre todo por estos días, que se nota tanto la presencia de algo fuerte y poderoso.

jueves, febrero 21, 2008

La vida que fluye no más...

¿De vacaciones yo? No, por cierto que no.
No tengo particular preferencia por el verano y a quién vamos a engañar... no necesariamente se debe salir para cambiar la mente. Es posible estar en la misma ciudad y dar un giro positivo de 180º. Por otra parte, se puede ir al otro lado del mundo y volver exactamente igual que cuando se partió.

Hartas cosas, partiendo por el cine. Por ejemplo, ir a ver “Sweeney Todd” y entretenerse más con lo que pasa fuera de la pantalla que con el papel de Johnny Depp. Es que hay cosas que dan pie a la distracción, a mirar para un lado, para el otro o intentar abrocharse el zapato.
“Expiación”, para confirmar una vez más que adaptar un libro a la pantalla no es cualquier cosa y si no dejas el final tal cual... el público puede quedar desilusionado. Película para mujeres y gays me han dicho por ahí, puede ser. “Cloverfield”, más que nada para comprobar si era verdad todo lo que se hablaba y opinar con voz propia. Entretenida, feo el monstruo, a ratos sentí que miraba a los velociraptors de Jurassic Park, pero no, eran unos mini monstruitos cuya aparición no se explicó ni se justificó muy bien. Pasó rápido el tiempo en esta ocasión y me senté muy adelante a pesar de las advertencias. Puros cuentos, no tiembla ni tanto la cámara.
“Good luck Chuck” comedia livianita que en los diarios asesinaron con la crítica, pero que en realidad no es tan mala. Hace reír y cumple su objetivo, qué de malo puede tener eso. Una razón más para no creer en los críticos de cine y sólo en los que hacen cine.

La identificación. Pasó con esa última película y yo no quedo bien parada pero qué importa. La protagonista es una niña que se cae, se le rompen las cosas, choca con los postes... algo así como yo en la vida diaria. Sí, los que saben, saben. He roto piezas de loza en casas de amistades, me he caído en la calle, rompo cajas de dvds que no son mías, no calculo la fuerza de las manos y hay gente que ha recibido golpes sin intención hasta en la cara. Peligroso todo eso.

El juego. Hace bien. Caminar y reírse en pleno centro de Santiago y no entender cómo, en minutos en que la gente habla sin filtros, se pueden oír frases del tipo “eres como yo, pero distinto”. Y seguir caminando.

El fútbol. Ya he contado que sólo veo los partidos de la selección y como eso no pasará hasta junio, ahora se respira la paz. Lo que no implica que de repente me quede pegada unos segundos en la pantalla de algún local sintonizado en CDF o que me tope con hinchas colocolinos a la salida del metro Pedreros, como ocurrió el miércoles de la semana pasada camino al cine. Pocos en todo caso, si a pesar de ser el equipo chileno con mayor barra (dicen), el estadio Monumental (vaya nombre) sólo se llena en las finales. El resto del tiempo, esos mismos seres brillan por su ausencia.

El pensamiento social. Sí, el niño Miguelito, que da vueltas y vueltas en los diarios porque tiene recién 14 años y ha sido detenido 17 veces por delinquir, el mismo que es líder en su barrio y que juró matar al asesino de su padre. Mientras la mamá pide ayuda psicológica y que paren con la estigmatización, el resto del mundo discute si realmente puede existir rehabilitación o ya no tiene remedio. Y cada bando espera que se cumplan sus pronósticos para después, vanagloriarse de ellos y dárselas de visionarios. Mil veces ha pasado eso, un caso que se toma como bandera de lucha.

La idea loca. Esto lo leí en el diario y me gustó mucho. Resulta que para aquellos que les gusta leer libros en los trayectos de la casa a cualquier parte, pero se distraen con las miradas de la gente que va sentada al lado y se entusiasma más de la cuenta con las lecturas ajenas, en EEUU venden unas cubiertas con títulos espanta-intrusos del tipo: “Los beneficios nutricionales de meterse los dedos a la nariz”, “Cómo hacer de tu madre una estrella porno”, “Liposucción: Hágala usted misma” o “Cómo asesinar a un completo extraño y deshacerte de él”. Se ponen encima del original como un forro y listo.
Hasta pensé en títulos locales tales como: “Elimine a los jotes ahora ya”, “Cinco simples pasos para deshacerse de viejas metiches”; y también más decidores: “Cómo hacer hora cuando el motel está lleno” o “Pobre de usted: no ha sentido el amor por primera vez en su vida”.
Sí, algunos así usaría yo para espantar y gritar mis verdades al mundo.

Seguimos con la relatividad. Ya lo asumí. Es que miro alrededor y me doy cuenta de que en algunos casos pueden pasar años antes de alcanzar un sentimiento pleno y a veces ni aún así se logra. En cambio en otras personas -inexplicablemente para cualquier testigo-, eso mismo se puede lograr en dos semanas o un mes. Así de rápido y fulminante.

El proyecto. Hora de darle un impulso a la creatividad con otro blog. No, este no se acaba, esta pantalla negra con letras grises es la génesis de muchas cosas que importan. Lo nuevo es un experimento que parte hoy y se puede ver ACÁ.

viernes, febrero 08, 2008

Cosas (ni tan) relativas

La relatividad de una película
Había una vez una avant premiere de la película “No country for old men” que era gratis y daba la posibilidad de ver en exclusiva y anticipadamente una de las cinco películas que están postulando este año a los Óscar en la categoría “Best Picture”.
Por supuesto que la fila para entrar llegaba hasta muy lejos y apenas dieron las 9:00pm, todo mundo corrió para reservar los mejores asientos.

Pero resulta que la película tenía mucho diálogo, pocos chistes y le faltaban los efectos especiales. No había cabeza de la Estatua de la Libertad botada en el piso ni chambonada de la que reírse, así que a medida que avanzaba el tiempo algunos de los asistentes se paraban y se iban, sin importar que quedaran 10 o 15 minutos para que acabara y no vieran el final, que por lo demás dejó alegando a ¾ de los presentes. No hubo aplauso a lo aterrizaje de avión, por cierto que no... que cosa tan terrible...

Curiosa la reacción. Uno podría pensar que, siendo gratis, el grueso del público ni siquiera leyó la trama y se llevó la tremenda desilusión porque no había acción ni comedia. O que de plano no se concentraron y por eso no entendieron. Me sorprende esa idea de que para entretenerse haya que necesariamente reírse. ¿No se pasa tanto o más bien estando concentrado y dedicado a algo?

Mención aparte para el peinado de Javier Bardem, realmente macabro. Esa mezcla de príncipe valiente con la peor época de Los Beatles... yo lo miraba y me quedaba pegada en la cabeza, pero nunca tanto como para no darme cuenta de que interpreta a uno de los malos más inexpresivos y economizador de balas que he visto. Un escopetazo y sería todo, eso me gustó, para qué hacer escándalo en la vía pública o en el hotel de turno con tantos disparos para llamar la atención. Él es peor que la peste bubónica, como dice uno de los personajes, porque la gente que no tiene cuestionamientos éticos es lejos la más implacable.
Es tan fea la peluca que usa que hoy en el diario La Tercera él mismo declara en una entrevista que va a cobrar la franquicia por si se masifica para el próximo Halloween.

La relatividad del humor
Algo me pasa con las bromas. Distingo entre el humor que saca carcajadas fáciles versus el humor más sutil, ese que deja con buen gusto porque no es tan evidente y hace pensar al incluir el elemento desafío, que hace más interesante cualquier tipo de tarea, como por ejemplo, escribir este post.

No soy buena para contar chistes. Me lo piden y no se me viene ninguno a la cabeza, o lo cuento y me autoboicoteo riéndome antes de terminarlo. Pero igual saco sonrisas... no sé si será por lo picota al perder o por el mal manejo de la motricidad fina. Con esto de las particularidades, lo que es gracioso para algunos no tiene que serlo para otros, por eso cuando se juntan animosidades similares, todo fluye.
No sé, pero risas no faltan últimamente, abundan y de maneras novedosas.

La relatividad del tiempo
Un caso al azar: dos semanas, catorce días, la mitad de un mes. Alguien se puede tomar vacaciones dos semanas y volver igual de cansado; alguien puede pedir licencia catorce días y no recuperarse; alguien puede mutar de un sentimiento a otro en dos semanas y sorprenderse de lo rápido e intenso del proceso. Yo no creo mucho en ese último punto, muy de ficción en libro o película y una cosa muy distinta es la “vida real” (me da risa esa expresión ¿hay vida falsa acaso?). El punto es que en la cancha se ven los gallos y las “lentitudes” salen a la luz ¿o no?. Pero bueno, las excepciones confirman mi regla.

La relatividad de la palabrería

Cantinflas, además de hacer muchas películas de todos los oficios habidos y por haber, aportó con una nueva palabra al diccionario de la RAE: “cantinflear”, o sea, gastar palabras y saliva sin decir nada concreto. Algo así como lo de los poemas pero peor, porque llevado a la conversación “en vivo” no hay nada más desmotivante que perder el tiempo así.
En la lectura... yo me salto las líneas. Sí, tengo unos ojos que leen por encima lo que no sirve y así optimizan el tiempo. Eso lo hago desde la época de los libros inútiles que mandaban leer en el colegio y ahora hasta lo aplico en el mundo blog, porque de que hay material, lo hay.
En términos de labia, uno puede escuchar a una persona hablando y “le saca la foto” como quien diría. Se pueden saber cosas como la profesión, los gustos, las modas, las posturas... hasta el estrato social. Sí, lamentable, pero cierto. No todo el mundo habla igual y eso pasa en todos los países.
¿Nunca le ha pasado a nadie eso de que a pesar de hablar el mismo idioma, no es capaz de entender ni hacerse entender con otra persona X?. A mí sí y no es agradable, todo lo contrario. Me despido pensando en que hay cosas que las palabras no pueden expresar. Por eso, cuando pasa al revés agradezco la existencia de las compatibilidades.

La relatividad de una canción
Hay una película de la Lindsay Lohan llamada “Confessions of a teenage drama queen” (sí, yo veo estas cosas también y qué, me gusta el criterio amplio). La trama es una porquería. Básicamente trata de una adolescente fanática de un grupo de rock que tiene la pieza empapelada con fotos de su amor platónico: el vocalista.
Cuando la banda anuncia que se separa y dará un último concierto de despedida, ella entra en un colapso nervioso. Se las arregla para entrar al camarín, declararse y decirle al músico que las letras de sus canciones le cambiaron la vida. Además le pregunta dónde se inspiró para armar frases tan perfectas.
El tipo, un drogadicto que no tiene idea de dónde está parado, le responde que no tiene idea cómo nació el tema. Para él no significa nada especial, simplemente se lo pasaron y lo cantó.
Plop.
Nota de la redactora: Salió largo esto... no me iré en la volada de que “todo es relativo” ni responder “depende” a cada cosa que me pregunten, pero me queda claro que hay muchos puntos que tienen que ver más con la percepción personal que con lo categórico.

lunes, febrero 04, 2008

1, 2, ultraviolento

Del cine
Tenía pendiente ver "I am legend" o "Soy leyenda" (qué título más pretencioso...), así que el fin de semana saldé esa deuda. La película tiene dos versiones anteriores que yo no he visto y además está basada en una novela que no he leído, así que me sentía un poco en el aire cuando entré.
Me gustó, a pesar de estar algo distraída sentada en tercera fila. Entretiene y eso ya es algo que vale entre tanta oferta. Me habían advertido que el final desentonaba, pero qué importa eso cuando de todas formas te hacen notar la simbología, las cosas ocultas que no tienes idea de que existían.
Tengo una debilidad eso sí: las películas con animales (perros, gatos, ardillas) parten con bonus extra para mí... es que hay mascotas que son mejores actores que los humanos y un pastor alemán poniendo su cabeza ladeada mientras le explican algo... sí, eso me derrite.

Del periodismo
El tema de la deformación profesional es casi inevitable en cada carrera. Cuando uno está rodeada de amigos en su misma condición es difícil verlo, pero al salir de ese círculo y entrar en otro –o simplemente observar desde afuera-, se hacen evidentes ciertas cosas, no siempre buenas.
Decir que uno es periodista genera cada día más recelo y tengo claros los motivos. El principal es la incultura y hay mucho de razón ahí, porque si uno está a cargo de transmitir un contenido, lo mínimo que se exige es saber de lo que se está hablando. Si no es así, para eso está Google: introduzca las palabras claves y empiece a investigar.
Otra queja son las palabras clichés como “lúdico”, “hiperventilado”, “superlativo” o “notable” a la hora de alabar algo. Hasta yo he caído con una, pero no la mencionaré porque estoy precisamente en la misión de reducir la muletilla.
Para todo orden de cosas, yo digo que primero está la persona y después la profesión. ¿O acaso somos los únicos deformados?

De cosas que no entiendo
Por ahí hablaba el otro día con un pelmazo que se declaraba orgulloso de haber recibido un premio... blog. Era un orgullo casi obsesivo. Cuando un tema realmente no me interesa y si la persona no es de confianza, en general pongo cara-de-nada y no hago preguntas, porque eso implica que me seguirán hablando de algo que no quiero oír. Y suelen entenderlo.

Premios así no me interesan ni siquiera como tema de conversación, en realidad me alegran y me honran otras cosas, la gente que estimo por ejemplo... ¿hay algo más importante que la amistad y todo lo que puede traer a futuro? Es que de eso podría hablar horas y horas.

De cosas que entiendo un poco más
¿Es el destino el que actúa o las cosas pasan siempre por iniciativa personal? Hay personas que tienen la respuesta en su cabeza y otras, más viscerales, hacen lo que les dice el estómago. Parece que el temblor puede decir muchas cosas, no sólo es indicio de indigestión.

Y para ir cerrando, encontré esta noticia en Internet y me sumo desde ya. En la práctica me he venido sumando desde noviembre pasado: “Las blancas le declaran la guerra al sol”.
Si alguien más es como yo, que con un poco de sol jamás se tuesta sino que enrojece como jaiba y además lo pasa mal en el proceso con fuertes dolores de cabeza... no es lo mío definitivamente. Hace años que no tomo nada de sol porque no quiero quemarme/asarme/rostizarme. No me gusta la playa llena de gente haciendo lo mismo. No me importa estar blanca mientras todo el mundo luce el tono cobrizo... al contrario, yo soy feliz así pálida y los rayos ultravioleta pueden ir ya buscando otra víctima. Aquí no hay cabida.