Quiero que pase relativamente pronto el tiempo y lleguemos a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, porque la programación en esos días mejora considerablemente y me puedo quedar pegada mucho rato viendo la gimnasia, el salto con garrocha, la natación y las maratones, entre otros varios.
Me gusta eso de mirar a la gente de otros países y notar, por ejemplo, lo heterogénea que es Holanda (en su equipo de fútbol había desde africanos rastas hasta albinos) o ver que hasta el más componente más enano de los equipos de basquetbol es un gigante al lado mío. O darse cuenta de que cada deporte requiere una contextura de cuerpo especial... porque si yo me encontrara en la calle con las participantes del lanzamiento de la bala, jamás pensaría que son deportistas, pero lo son y aprovechan su volumen. Me entretiene ver todas esas diferencias, por eso quiero más.
Las películas:
Tony Manero: No, no es que sea mala, porque tiene varias cosas rescatables: es película de género y trata de un psicópata, es novedoso en ese sentido y las escenas de muerte y violencia funcionan. La ambientación de época (1978) también me gustó. Yo poco me acuerdo del programa “El festival de la una”, pero tengo la impresión de que está bien recreado. Lo que me molestó es que una vez más, se ve lo mismo de siempre: gente marginal y tan amoral –como si los pobres no fueran capaces de tener valores-, harto garabato y escenas de sexo que se hubieran podido ahorrar y la película quedaba igual, pero como hay que vender... vamos incluyendo desnudos. Me molesta eso porque es un recurso tan facilista... y no es sólo insinuación: hay partes de la anatomía del actor Alfredo Castro que hubiera preferido no ver. Además, la cámara tiembla demasiado a ratos (ni que fuera “El proyecto de la Bruja Blair”) y no siempre se ve limpia la imagen. Creo que los medios han exagerado un poco con eso de la “ovación unánime” de la película. Por ejemplo, en la función que yo vi, el sábado en el Hoyts de La Reina, la sala estaba llena y al final, el público quedó un poco plop (el final es predecible, pero abrupto) y sólo hubo algunos aplausos al rato después. Igual pienso que hay que verla, la opinión se la forma cada uno.
The Ruins: Es la historia de un grupo de turistas gringos, jóvenes y ociosos, que en su penúltimo día de vacaciones en México decide ir de excursión a la selva para tomarle fotos a unas ruinas aztecas. Quedan atrapados ahí y empiezan a encontrar cadáveres, claro indicio de que algo anda muy mal en la zona. La maldad no está personificada por un asesino en serie ni por fantasmas, sino que por una plata carnívora y mortífera. Hay varias escenas gore y la película es mejor y más entretenida que varias que he visto últimamente, partiendo por “UKM” y siguiendo por “Captivity (El Sótano)”.
Captivity: La misma de la que vengo hablando. Trata de una modelo raptada por un psicópata y sometida a distintas torturas, más psicológicas que físicas. A la mitad empecé a aburrirme porque la trama da unos giros que no se los cree nadie y el final tampoco es muy convincente. En todas partes ha sido criticada de mala, pero lo curioso es que el sábado había una función en que se agotaron todas las entradas dos horas antes... mala cosa para gastar la plata. Creo que hay tres posibles explicaciones: (1) las películas de terror o suspenso siempre generan público, no importa cuán malas sean, sirven para pasar el rato; (2) la gente no lee nada de lo que sale en los diarios, salvo la huincha roja que pusieron sobre el afiche con un “atrévete a verla”, que igual atrapa a los que no saben más detalles y (3), la campaña de publicidad de la distribuidora, que se aprovechó de la mala calificación para explotar los contenidos de sadismo y violencia excesiva. Eso último lo leí en La Tercera y es cierto, las películas con esos componentes atraen y mucho.
El Exorcista III: Este es un comentario incompleto, porque me falta ver los últimos 30 minutos, sólo estoy esperando que me entreguen la copia para terminarla. Yo vi “El Exorcista I” y “El Exorcista II”, además de leer el libro de William Joseph Blatty, pero esta tercera parte es muy distinto a lo de antes. De partida es menos obvia y literal (acá no hay niñas vomitando ni hablando lenguas raras), sino que está llena de metáforas y simbolismos. Además la protagoniza el mismo actor de “The Changeling”, uno de esos viejos que no necesita poner caritas ni sobreactuar para traspasar el miedo.
Me gusta eso de mirar a la gente de otros países y notar, por ejemplo, lo heterogénea que es Holanda (en su equipo de fútbol había desde africanos rastas hasta albinos) o ver que hasta el más componente más enano de los equipos de basquetbol es un gigante al lado mío. O darse cuenta de que cada deporte requiere una contextura de cuerpo especial... porque si yo me encontrara en la calle con las participantes del lanzamiento de la bala, jamás pensaría que son deportistas, pero lo son y aprovechan su volumen. Me entretiene ver todas esas diferencias, por eso quiero más.
Las películas:
Tony Manero: No, no es que sea mala, porque tiene varias cosas rescatables: es película de género y trata de un psicópata, es novedoso en ese sentido y las escenas de muerte y violencia funcionan. La ambientación de época (1978) también me gustó. Yo poco me acuerdo del programa “El festival de la una”, pero tengo la impresión de que está bien recreado. Lo que me molestó es que una vez más, se ve lo mismo de siempre: gente marginal y tan amoral –como si los pobres no fueran capaces de tener valores-, harto garabato y escenas de sexo que se hubieran podido ahorrar y la película quedaba igual, pero como hay que vender... vamos incluyendo desnudos. Me molesta eso porque es un recurso tan facilista... y no es sólo insinuación: hay partes de la anatomía del actor Alfredo Castro que hubiera preferido no ver. Además, la cámara tiembla demasiado a ratos (ni que fuera “El proyecto de la Bruja Blair”) y no siempre se ve limpia la imagen. Creo que los medios han exagerado un poco con eso de la “ovación unánime” de la película. Por ejemplo, en la función que yo vi, el sábado en el Hoyts de La Reina, la sala estaba llena y al final, el público quedó un poco plop (el final es predecible, pero abrupto) y sólo hubo algunos aplausos al rato después. Igual pienso que hay que verla, la opinión se la forma cada uno.
The Ruins: Es la historia de un grupo de turistas gringos, jóvenes y ociosos, que en su penúltimo día de vacaciones en México decide ir de excursión a la selva para tomarle fotos a unas ruinas aztecas. Quedan atrapados ahí y empiezan a encontrar cadáveres, claro indicio de que algo anda muy mal en la zona. La maldad no está personificada por un asesino en serie ni por fantasmas, sino que por una plata carnívora y mortífera. Hay varias escenas gore y la película es mejor y más entretenida que varias que he visto últimamente, partiendo por “UKM” y siguiendo por “Captivity (El Sótano)”.
Captivity: La misma de la que vengo hablando. Trata de una modelo raptada por un psicópata y sometida a distintas torturas, más psicológicas que físicas. A la mitad empecé a aburrirme porque la trama da unos giros que no se los cree nadie y el final tampoco es muy convincente. En todas partes ha sido criticada de mala, pero lo curioso es que el sábado había una función en que se agotaron todas las entradas dos horas antes... mala cosa para gastar la plata. Creo que hay tres posibles explicaciones: (1) las películas de terror o suspenso siempre generan público, no importa cuán malas sean, sirven para pasar el rato; (2) la gente no lee nada de lo que sale en los diarios, salvo la huincha roja que pusieron sobre el afiche con un “atrévete a verla”, que igual atrapa a los que no saben más detalles y (3), la campaña de publicidad de la distribuidora, que se aprovechó de la mala calificación para explotar los contenidos de sadismo y violencia excesiva. Eso último lo leí en La Tercera y es cierto, las películas con esos componentes atraen y mucho.
El Exorcista III: Este es un comentario incompleto, porque me falta ver los últimos 30 minutos, sólo estoy esperando que me entreguen la copia para terminarla. Yo vi “El Exorcista I” y “El Exorcista II”, además de leer el libro de William Joseph Blatty, pero esta tercera parte es muy distinto a lo de antes. De partida es menos obvia y literal (acá no hay niñas vomitando ni hablando lenguas raras), sino que está llena de metáforas y simbolismos. Además la protagoniza el mismo actor de “The Changeling”, uno de esos viejos que no necesita poner caritas ni sobreactuar para traspasar el miedo.