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Atrás quedaron los tiempos en que me sabía de memoria la lista de los presidentes de Chile y sus años de gobierno desde
la Independencia hasta hoy. Eso fue en el contexto cuarto medio y preparación de
la PAA (se me está cayendo el carnet en mala, pero lo asumo).
La cosa es que el viernes por la noche, tipo 20.00 horas, tuve una clase de historia sorpresa en el lugar menos pensado: el Cementerio General. Con una amiga nos inscribimos a principios de julio para hacer el tour nocturno y aparte de pasar un muy buen rato, aprendí cosas que no sabía y recordé otras tantas.
Éramos alrededor de 60 personas, ningún gótico ni freakie para los mal pensados, pura gente normal. Hacía mucho frío y todo estaba muy húmedo, la vela que llevábamos no calentaba nada.
En la entrada principal, el administrador nos explicó que íbamos a estar todo el tiempo acompañados de un guía, que apagáramos o silenciáramos los celulares, que no nos separáramos del grupo, que su hijo y su sobrino iban a estar de guardia con linternas para alumbrarnos en los caminos irregulares y que estaban comunicados con Carabineros y GPS (sospecho que esto último lo dijo sólo para asustarnos).
El administrador volvió en un rato disfrazado del monje Dominique, cubierto con una túnica café, un bastón y con la cara pintada, simulando más años de los que tiene. Nos hizo formar una medialuna y, con voz tétrica, nos pidió que nos preparáramos para adentrarnos en los misterios de la muerte, porque nunca se sabe con lo que uno se puede topar. Hablaba acercándose mucho a los que estábamos adelante, mirando fijo a los ojos, así que cuando me tocó a mí el encuentro “face to face”, me costó disimular mi risa interna.
Así partimos caminando, deteniéndonos en las tumbas de Pedro Montt, Andrés Bello, Jorge Alessandri, Manuel Blanco Encalada, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y muchos otros. Cada uno tiene su lápida recordatoria especial.
Esa era la parte histórica, porque también hubo una de leyendas urbanas y esculturas destacadas. Entre las últimas, las obras de Rebeca Matte la llevan, muy lindas y muy expresivas. Es un bonito lugar el Cementerio General, yo no sabía que había mausoleos que imitaban a culturas como la griega, romana, egipcia y azteca. Tampoco me acordaba que el cementerio como lo conocemos hoy existe desde 1821 y no tenía idea de que la única fosa común que existe en la actualidad es la de los muertos en el incendio de la iglesia de la Compañía, ocurrido en 1863 en plena misa.
La sección “Leyendas urbanas” incluyó visitas a las tumbas de Romualdito, La Novia y La Llorona. Incluso entramos dentro de las columnas de un mausoleo donde supuestamente se aparece la llorona para ver “si nos la encontrábamos”. Esta fue la parte donde los "guardias" hacían ruidos o se te cruzaban de improviso en las esquinas para asustar a los incautos.
Yo pensé que el recorrido sólo se haría por las avenidas, las calles principales del cementerio, pero me gustó que pudiéramos entrar a todas partes. Incluso había tumbas tan estrechas que teníamos que avanzar en fila india.
El guía merece un párrafo aparte. Excelente en las fechas y en los relatos, buena voz, buena caracterización. Muy gracioso que cada vez que caminábamos soltara un “Por acá por favor, criatura de Dios” o “Permiso, criatura de Dios”.
El minuto peak fue cuando sonó un celular y todos nos miramos con cara de “Quién fue el pastel que no hizo caso a las instrucciones”. El celular resultó ser del monje Dominique, que con su misma voz tétrica dijo como disculpa “Estas cosas a veces pasan”. Risa general.
Caminamos dos horas y media y terminamos congelados, pero me encantó la visita. Al que no le den miedo este tipo de recorridos (una tercera amiga no quiso ni hablar del tema cuando la invitamos a unirse), yo se lo recomiendo. $2.000 es poco para todo lo que uno aprende.
Antes de ir, me plantée si lo hacía por morbo, y la respuesta es no, no esperaba ver nada paranormal. Ni siquiera creo que pase algo así en un cementerio, donde la gente que fue sepultada debería estar descansando en paz. Pero sí me llamó la atención que fuera nocturno. No me da miedo “el patio de los callados”, lo que sí me asusta es “el patio de los que hablan y asaltan con cortaplumas”.