martes, diciembre 25, 2007

¿Balance? ¿Balancín?

Cada vez que alguien me dice “lo hubiéramos hecho así” o “de haber ido hubiera pasado tal cosa”, me acuerdo del libro Amistad. Si el nombre suena familiar es porque también hay una película de Steven Spielberg basada en la historia de un grupo de africanos que son llevados cautivos a Europa para venderlos como esclavos.

El asunto es que apenas tocan tierra los encarcelan y, viendo que el asunto huele a violación de derechos básicos, organizan un juicio para determinar si son libres o no. Ellos por supuesto, no tienen idea de lo que está pasando y les asignan para su defensa a un abogado de buen corazón que se hace cargo del caso comunicándose a través de un intérprete.

En un minuto el leguleyo trata de explicarles que si hubieran hecho tal cosa en la audiencia (no me acuerdo exactamente qué), podrían haber sido beneficiados por el juez. El intérprete se lo queda mirando y responde:

-No puedo decirles eso
-Cómo que no puedes
-No pueden entenderlo. Para los africanos no existe el “hubiera”, no hay traducción para esa palabra. Las cosas se hacen o no se hacen, pasan o no pasan y punto.

Me gusta tanto el concepto... En realidad pensar en los hubiera es perder el tiempo.


Ya, ese fue mi minuto reflexivo del día.
Ahora, cambio radical de tema, porque esta es la época de hacer recuentos de fin de año.

Es una tontera, pero todos los años en diciembre abro la caja donde guardo las entradas del cine (sí, soy una cachurera) y las cuento para saber cuántas veces sucumbí al séptimo arte.
Ir al cine no es sólo sentarse y ver la película. Es llegar antes, esperar, observar y pensar.
Ir acompañada de mis amigas es risa segura y comentarios detallados de todo.
Ir sola es agradable cuando puedo sentarme en la butaca del medio de una fila vacía con la sala prácticamente sólo para mí (eso es posible en las funciones de las 11am de un sábado, por ejemplo).

Este año la cifra total es de 37, la mayoría en los Hoyts del centro. Pero he visto muchas películas más contando el dvd y los “respaldos” (porque me han dicho que hablar de películas pirateadas es muy feo).

Otros hechos destacables de mi 2007:

-Una hora menos de sueño de lunes a viernes (gracias Transantiago...)

-Me cambié de discoteca favorita: antes era habitué de la Blondie, ahora soy habitué de la ex Oz (hay que decir que, aparte de la buena música, en esta disco no pagamos ni un peso por la entrada, punto que igual importa)

-Ya pasaron varios meses, pero saqué la tesis y terminé mi magíster, y cada vez que me acuerdo me alegro.

-No sé cuántos libros leí, pero han sido muchos. Como quedé huérfana de biblioteca al terminar la universidad, este año me inscribí en Bibliometro, que tampoco es oh, el paraíso literario, pero tiene varios títulos que salvan. El resto, lo que me prestan las amigas (gracias Paula) y las rebajas de mis picadas (gracias libreros de San Diego).

-Escribir hace bien, me hace bien. Escribo aquí y escribo en La Página. Eso continuará.

-Tengo nuevos amigos, lo que equivale a grandes aportes.

-Muchas cosas más, pero esas son de las que se reservan.

-Ah! Y soy consecuente, he mantenido y perfeccionado mi política de gata de chalet que no se asoma ni por si acaso a un gimnasio, pero come sano, toma leche y camina mucho. Quiero que el próximo año la cosa siga exactamente igual en este punto.

lunes, diciembre 17, 2007

Twisted Christmas

Ayer, mientras me comía un helado, pensaba que no es que odie la Navidad, porque el concepto general me agrada, pienso en los feriados, en la comida con mi familia y todo eso me gusta.

Lo que no me gusta es escuchar por todas partes que esta es época de “paz y amor”, que “debemos preparar nuestro espíritu para las fechas”, o que “hay que abrir los corazones”. La frase hecha es odiosa, la imposición me corta todas las ganas.

Además, ¿por qué tengo que ser bondadosa en diciembre? ¿El resto del año da lo mismo?

Como verán destilo paz y amor. La imposición de que hay que ser buenos hace que me den más ganas de ser mala.

Quizás esta noche me pasa lo mismo que a Ebenezer Scrooge y vienen los fantasmas de las navidades pasadas y las navidades futuras para darme una última oportunidad antes de transformarme para siempre en un ser odioso.

Que vengan los fantasmas, acá los espero. Hasta sería entretenido.

En la otra cosa que pienso es en los regalos. Ya saqué mi papelito del amigo secreto en la oficina y me tocó... una colega muy simpática a quién no tengo idea qué diablos voy a darle.

O sea, tengo una vaga propuesta, pero todos los años es la misma complicación con ella y otras personas más incluidas en mi lista Navidad 2007:

Si es mujer, uno tiende a pensar en chocolates, una caja de bombones poderosa. Ojalá que la susodicha no esté a dieta, o me los va a tirar por la cabeza y dirá que no colaboro con la causa. La otra opción son las cremas, colonias y accesorios varios, pero lo malo es que esos regalos los hace todo el mundo y como los venden en cualquier farmacia, uno va a la esquina y averigua cuánto gastaron en ti.

Regalarle a un hombre me complica si no lo conozco bien. Muy en general, si le gusta el trago, uno piensa en la infaltable botella de vino; si fuma, un encendedor con diseño; si el compadre salió sano, calcetines. Horror. Nada personal contra los calcetines, yo sé que son muy útiles, pero no lo que uno espera encontrar cuando abre un regalo, así que nunca los voy a envolver para otra persona. A menos que sea alguien que me cae muy mal.

¿Ya pedí mi regalo?
Yo quiero un pasaje ida y vuelta (como en tres meses más) a África para estar con los tigres, las jirafas y los elefantes. Si África es muy caro, un pasaje a Nueva York también es bienvenido. You wish!!!!

Bonus track
La primera foto que ilustra este post es el disco navideño de los Twisted Sisters, llamado “Twisted Christmas”, nada más afín a mi sentimiento. Ver al vocalista metalero vestido de Viejo Pascuero es lo más divertido de los últimos días.

domingo, diciembre 09, 2007

Radio star

Tengo una amiga que trabaja en la radio, y todas las tardes de lunes a viernes de 3 a 6pm conduce un programa de cultura y espectáculos junto a un partner que para este relato viene siendo sólo un detalle porque mi amiga es ella, no él.

La cosa es que casi todos los días a partir de las 3 de la tarde tengo diversión asegurada. Estamos conectadas por Messenger y de repente me llega un mensaje contándome que hoy viene tal o cual entrevistado, todos artistas o cantantes que tienen mucho/poco/nada de fama, dependiendo de quién sea.

Y así empezamos a conversar en intervalos. Ojo que a esa hora ella trabaja y yo también, pero a estas alturas mientras más multifuncional es la gente, mejor. Se puede laborar con Messenger, nosotras somos el vivo ejemplo.

Siempre quiero saber si la gente que entrevista es simpática, es lo que más me importa porque para hablar con sacos de plomo nadie tiene disposición. Si es un personaje de farándula, pregunto si es tan deschavetado como parece estar en los titulares del diario. Me gusta imaginar y enterarme de esos detalles freaks como “es más alto de lo que parece” o “Ale, tiene una cara de reventado que no te la explico”.

Nunca escucho a la Paula (es que a esa misma hora dan el programa que me gusta en otra radio, se ve que gané el premio a la amiga del año). Además, su voz por la FM es tan distinta a como yo la conozco desde primer año de universidad, que siempre termino pensando en eso y me distraigo, así que prefiero que me vaya contando las cosas por MSN, y cuando eso pasa, sé que hay corte musical, porque de otro modo ella estaría locuteando. Es la magia de la radio ga ga.

Con esto me pongo a pensar que es curioso que todo avance pero la estructura radial siga estando casi idéntica a como era décadas atrás. Claro, ahora hay muchas radios en Internet porque el dial se está agotando y escuchar AM con lo mal que suena es impresentable; pero de todas formas me sigue gustando el tema de sintonizar e imaginar, no tanto por nostalgia, sino porque creo que la radio es un tremendo invento, mucho más amigable que la TV.

Y aunque haya cada día más oferta, yo sólo escucho y tengo en mi memoria dos emisoras: la Universo (93.7) y la Futuro (88.9).

lunes, diciembre 03, 2007

¿Y esa cicatriz?

El otro día iba caminando cerca del Parque Forestal, en esa parte donde están los juegos, y me quedé pegada viendo a un niñito que subía y bajaba del balancín, corría sin parar, atropellaba a los demás y la pila Duracell no se le acababa. Era una de esas veces en que uno sabe que si todo sigue en esa misma tendencia, va a pasar algún accidente.

Y pasó. El pergenio iba corriendo, miró para otro lado y quedó estampado en el pilar del balancín.

Obviamente se puso a llorar a gritos, llegó la mamá corriendo y por lo que alcancé a ver se pegó fuerte, pero nada de gravedad. Un poco de sangre en la frente, quizás hasta le queda una cicatriz y punto.

No es tan raro... cuando uno es niño tiene un radar para atraer accidentes. La vez que nos caímos, la vez que nos cortamos la mano con el vidrio, la vez que nos ahogamos, nos enyesaron, nos mordió un perro… en fin, las cicatrices físicas (las otras son tema aparte).

Yo tengo una cicatriz en la mano, recuerdo de la vez en que me encontré una especie de bloques de tiza en la calle y me los llevé feliz a mi casa para estampar el patio con mis dibujos y creaciones artísticas. De tiza nada. Era loza, y lo supe cuando me hice una herida profunda. “Por un pelo no llegó a la vena este corte”, le dijo la enfermera a mi mamá. ¿Suicida yo? Nada que ver, pero ahí está la cicatriz de recuerdo.

También me he ahogado. Dos veces. Antes las tapas de los yogures no eran como las de ahora (me siento vieja contando esto). Eran duras, con un material que parecía lata, pero más delgado. La cosa es que yo tenía como cuatro años y jugando, me metí un pedazo de eso a la boca y me quedó pegado en la garganta. Me ahogué. Una tía tuve que zamarrearme y meter mano.

Mi segundo ahogo está enlazado a un dulce Ambrosoli de piña. Esto nunca lo olvido, quedé traumada y hasta el día de hoy parto los dulces por la mitad con un cuchillo. No me acuerdo cómo, pero se me fue por la garganta y ahí se quedó. Me puse Deep Purple y mi tía tuvo que auxiliarme, de nuevo.

Otra fuente inagotable de porrazos es cuando uno da el gran paso de andar en bicicleta sin las dos ruedas de atrás. Yo aprendí con un primo en una plaza a la que íbamos todas las tardes en el verano y por supuesto que me caí mil veces. Y la perla iba con vestido a tono con la bicicleta roja, así que las rodillas me quedaron para la historia. Lo bueno es que después se recuperaron.

También me he caído ahora que soy grande, pero esas historias no son muy auspiciosas, así que mejor no las cuento.