-Cómo que no puedes
-No pueden entenderlo. Para los africanos no existe el “hubiera”, no hay traducción para esa palabra. Las cosas se hacen o no se hacen, pasan o no pasan y punto.
Ahora, cambio radical de tema, porque esta es la época de hacer recuentos de fin de año.
Es una tontera, pero todos los años en diciembre abro la caja donde guardo las entradas del cine (sí, soy una cachurera) y las cuento para saber cuántas veces sucumbí al séptimo arte.
Ir al cine no es sólo sentarse y ver la película. Es llegar antes, esperar, observar y pensar.
Ir acompañada de mis amigas es risa segura y comentarios detallados de todo.
Ir sola es agradable cuando puedo sentarme en la butaca del medio de una fila vacía con la sala prácticamente sólo para mí (eso es posible en las funciones de las 11am de un sábado, por ejemplo).
-Una hora menos de sueño de lunes a viernes (gracias Transantiago...)
-Me cambié de discoteca favorita: antes era habitué de la Blondie, ahora soy habitué de la ex Oz (hay que decir que, aparte de la buena música, en esta disco no pagamos ni un peso por la entrada, punto que igual importa)
-Ya pasaron varios meses, pero saqué la tesis y terminé mi magíster, y cada vez que me acuerdo me alegro.
-No sé cuántos libros leí, pero han sido muchos. Como quedé huérfana de biblioteca al terminar la universidad, este año me inscribí en Bibliometro, que tampoco es oh, el paraíso literario, pero tiene varios títulos que salvan. El resto, lo que me prestan las amigas (gracias Paula) y las rebajas de mis picadas (gracias libreros de San Diego).
-Escribir hace bien, me hace bien. Escribo aquí y escribo en La Página. Eso continuará.
-Tengo nuevos amigos, lo que equivale a grandes aportes.
-Muchas cosas más, pero esas son de las que se reservan.
-Ah! Y soy consecuente, he mantenido y perfeccionado mi política de gata de chalet que no se asoma ni por si acaso a un gimnasio, pero come sano, toma leche y camina mucho. Quiero que el próximo año la cosa siga exactamente igual en este punto.