Y partimos.
“Highlander”, “Rocky”, “Rambo”, “Los Magníficos”. Estas eran las cosas que yo siempre quería ver cuando era niña, pero como sólo había permiso para “Candy” y “Heidi”, que igual me gustaban pero no me mataban, fue inevitable quedar con la idea de que cuando creciera iba a cobrar mi revancha.
Me agradan esas cosas preferentemente masculinas por razones que los psicólogos y estudiosos quizás logran identificar, quizás no. Mi teoría es que cada protagonista puede usar su fuerza y sus habilidades cuando lo considera necesario y creo que me gustaría poder hacer eso, pero como mi lado físico-fortachón deja mucho que desear, me entretiene mirarlo.
Porque tampoco vamos a decir que Sylvester Stallone o Mr. T ganan el premio a los guapos del año, todo lo contrario, pero aún así me caen muy bien.
Tengo la idea de que si manejara una pistola... tarde o temprano terminaría usándola para defender lo que yo creo justo. Lo único que sé es que si alguna vez veo a una tropa de pergenios maltratando a un perro o a un gato no me va a importar nada que los niños sean el futuro de la humanidad.
(No, tampoco les voy a disparar, quién quiere ir a la cárcel... pero sí es seguro que los voy a retar)
El cine
La película de esta semana es “There will be blood” (Petróleo sangriento). 156 minutos para contar la historia de un hombre de esfuerzo y ambición que va formando su vida en torno al oro negro.
Me distrajo la banda sonora por lo fuerte que sonaba y aunque la película no pasa a mi lista de favoritas, hubo varias escenas que me gustaron, sobre todo esas que mezclan risa, vergüenza ajena, satisfacción y estupor a la vez. La del bautizo del protagonista por ejemplo.
Ah, Daniel Day Lewis se ganó el Óscar por esta película. No sé si eso sea buen referente porque en mi caso, hay montón de películas que me gustan y que ni siquiera han sido nominadas y viceversa, pero bueno, es el dato freak.
Y ya que estamos en el ítem “cine”, ayer leyendo en el diario “La Segunda” las críticas de lo que estrenan esta semana (entretenido leer a los críticos para reírse después)... me topé con una clasificación bastante atípica, por decirlo así.
A ver, uno sabe que los títulos los califican con una cantidad de estrellas que van del 1 al 5 según sea “muy mala” o “imperdible”. Pero acá uno aparece además una estrella encerrada en un círculo y como no sabía lo que era, cuando fui a verlo me encontré con que significa “para cinéfilos”... y me cargó eso... ¿o sea que la gente común no puede verla porque su limitado cerebro no la va a entender? Lo peor es que así salen calificadas “No country for old men” o “Sweeney Todd”.
Así que ya sabe, si usted no es cinéfilo, no las vea.
Ja-ja-ja. Tratar a la gente de tonta gratuitamente me molesta mucho. Aunque de que los hay, los hay, pero ese es otro cuento.
Ya. Dejo eso atrás mejor. La idea loca de esta semana es una página web que encontré por ahí (http://www.comoacaba.com/) que cuenta los finales de las películas. No es nada elaborado y esa es su mayor gracia. De hecho es tan absurda que llega a dar risa... por ejemplo, transcribo los finales de estas tres películas sin temor de sorprender a nadie, porque a estas alturas quién no las ha visto:
-Final de “Titanic”: Él se ahoga
-Final de “Liberen a Willy”: La liberan
-Final de “Pesadilla en Elm Street”: Cuando todo parecía un sueño, aparece la mano de Freddy.
Igual puede ser útil para los desmemoriados.
La comida
Me comí un lomito italiano el fin de semana en esas “picadas” donde los precios bajos son inversamente proporcionales a lo contundente del plato. Ni siquiera pude acabar el plato y eso que el hambre abundaba.
La gracia es que hace tiempo quería sentarme en la barra de un local improvisado en plena esquina de una calle, pero sola no tiene gracia, además que no falta el simpático que te empieza a molestar. Acompañada es distinto, harto mejor.
Todo esto fue en el Persa Bío Bío, lugar donde ni el bloqueador solar logra capear los rayos UVA/UVB. Todavía tengo la nariz levemente roja, pero todo lo que caminé, miré y conversé no me lo quita nadie.
Quedé tan cansada que hubo que parar en una plaza para
Es que esas cosas pueden ser liberadoras, pero nunca tanto como darse cuenta de lo errada que pudo estar una antes en la toma de ciertas decisiones o en definir ciertas cosas como categóricas cuando en realidad no lo fueron. El sacudón molesta un poco y hace que una vaya corriendo a aislarse para no hablar, pero la claridad que viene después se valora tanto.
Así no más es. Después se dicen las verdades y una se siente tan bien, como haber usado Sapolio, Quix, Omo y Drive, todo a la vez. Sobre todo por estos días, que se nota tanto la presencia de algo fuerte y poderoso.