Esta noche de viernes media latera escribiré sobre mi cómic favorito: Calvin & Hobbes. Lo conocí por la tira que publicaban en el diario todos los días y cuando me enteré de que había libros, me compré varios y ahora los guardo en mi casa feliz. Uno ve el comic a simple vista y piensa que está dirigido a cabros chicos, con un niño y su tigre de peluche que cobra vida sólo frente al pendex, que se llama Calvin. Y Calvin claramente no es como los demás niños: es enojón, odia a las niñas, es bueno para imaginarse cosas, es irónico con su padre y cuestionador con su madre, pero con Hobbes, el tigre, se le olvidan todas las pataletas y se vuelve un niño interesado en buscar tesoros, hacer una casa en un árbol con un código secreto, tirar pelotas de nieve y otras tonteras varias. Pero sus diálogos son lo mejor, porque tienen oculta una temática que a la vez critica y se burla de la adultez detrás de la superficie "infantil". Mi tira favorita es una en que Calvin le pregunta a Hobbes si él cree que los tigres se van al mismo cielo que la gente, argumentando que se supone que en el cielo todos son felices, pero mucha gente no sería feliz conviviendo en el mismo cielo con un tigre que podría devorárselo en cualquier momento. El punto, dice Calvin, es que por otra parte el cielo no sería un lugar lindo sin tigres, Calvin no sería feliz si no hubiera tigres, los extrañaría. Llega entonces a la conclusión de que, quizás, en el cielo los tigres no coman gente. ¿Y qué es lo que dice Hobbes? "Pero entonces nosotros no seríamos felices", mientras se toca el estómago con sus patas... ¿No es conmovedor? ¿No es demasiado parecido a la vida? Siempre nos enseñan que nuestra felicidad depende también de los otros, en una constante interacción en que siempre tenemos que mirar todo el contexto. C'est la vie...
